Ideario de un "superehore": Larga huida del Infierno:
"Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde... http://superehore.blogspot.com/2012/02/peca-peca-peca.html " Luego el Señor añadió: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado tan grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré»."
cuando el mundo era joven y toda la tierra era mía
Mía para ocuparme de ella, para ararla y sembrar
antes de que la humanidad llegara y lo empeorara todo
Gustavo Adolfo Bécquer es uno de los más importantes poetas en lengua castellana. La admiración de algunos de los grandes poetas españoles de este siglo es suficiente prueba.
Acostumbramos a ver el aspecto más sensibilero de algunas de sus Rimas -mal leídas- pero una lectura atenta revela al poeta profundo y doliente de lenguaje refinado y construcción acertada. Su rima y ritmo es perfecto. Como en los casos de Federico García Lorca y Miguel Hernández, en el de Bécquer encontramos que algunos de sus poemas más conocidos en todo el mundo han hecho que se evite una lectura más completa y profunda del resto de su obra. Si tuviese que decir cinco o seis nombres de la poesía española, el suyo estaría y sería uno de los dos primeros. Mi opinión cuenta muy poco por lo que me remito a Luis Cernuda o Juan Ramóm Jiménez para una más justa valoración de este gran poeta.
¿De dónde vengo?...El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿A dónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
dónde habite el olvido
allí estará mi tumba.
Gustavo Adolfo Bécquer. (Rima LXVI)
Donde habite el olvido III. Obra de Mateo Santamarta
El Miserere
Yo no sé la música, pero la tengo tanta afición que, aun sin entenderla,
suelo coger a veces la partitura de una ópera y me paso las horas muertas
hojeando sus páginas, mirando los grupos de notas más o menos apiñadas, las
rayas, los semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras que llaman
claves,
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y todo esto sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.
Consecuente con mi manía, repasé los cuadernos, y lo primero que me
llamó la atención fue que, aunque en la última página había esta palabra latina,
tan vulgar en todas las obras, finis,
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la verdad era que el Miserere no estaba
terminado porque la música no alcanzaba sino hasta el décimo versículo.
Esto fue, sin duda, lo que me llamó la atención primeramente; pero luego
que me fijé un poco en las hojas de música me chocó más aún el observar que,
en vez de esas palabras italianas que ponen en todas, como maestoso, allegro,
ritardando, più vivo, a piacere,
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había unos renglones escritos con letra muy
menuda y en alemán, de los cuales algunos servían para advertir cosas tan
difíciles de hacer como esta: Crujen..., crujen los huesos, y de sus médulas han
de parecer que salen los alaridos, o esta otra: La cuerda aúlla sin discordar, el
metal atruena sin ensordecer; por eso suena todo y no se confunde nada, y
todo es la humanidad que solloza y gime, o la más original de todas, sin duda,
recomendaba al pie del último versículo: Las notas son huesos cubiertos de
carne; lumbre inextinguible, los cielos y su armonía...; ¡fuerza!..., fuerza y
dulzura.
—¿Sabéis qué es esto? —pregunté a un viejecito que me acompañaba al
acabar de medio traducir estos renglones, que parecían frases escritas por un
loco.
El anciano me contó entonces la leyenda que voy a referiros.
- I -
Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y obscura, llegó a la puerta
Heme aquí transportado a mi escondido valle de Veruela; heme aquí instalado de nuevo en el oscuro rincón del cual salí por un momento para tener el gusto de estrecharos la mano una vez más, fumar un cigarro juntos, charlar un poco y recordar las agradables, aunque inquietas, horas de mi antigua vida. Cuando se deja una ciudad por otra, particularmente hoy, que todos los grandes centros de población se parecen, apenas se percibe el aislamiento en que nos encontramos, antojándosenos, al ver la identidad de los edificios, los y las costumbres, que al la esquina vamos a hallar la casa a que concurríamos, las personas que estimábamos, las gentes a quienes teníamos costumbre de ver y hablar de continuo. En el de este valle, cuya melancólica belleza impresiona profundamente, cuyo eterno silencio agrada y sobrecoge a la vez, diríase, por el contrario, que los montes que lo cierran como un valladar inaccesible, nos separan por completo del mundo. ¡Tan notable es el contraste de cuanto se ofrece a nuestros ojos; tan vagos y perdidos quedan al confundirse entre la multitud de nuevas ideas y sensaciones los recuerdos de las cosas más recientes!...
Bécquer y Cernuda:
Si uno aquí los nombres de dos poetas, Gustavo Adolfo Bécquer y Luis Cernuda, ambos sevillanos, viviendo a medio siglo de distancia, no es con afán de rebajar los méritos del último destacando la influencia que sobre él haya podido ejercer el poeta de las Rimas. Tal intento sería pueril e injusto. Lo que esta nota pretende destacar no es tanto una influencia como un parentesco espiritual, el hecho de que ambos poetas, Bécquer y Cernuda, estén unidos no sólo por la luz sevillana que les vio nacer, sino por esa recóndita atmósfera andaluza que imprime un sello especial a la actitud del hombre, a su voz y a sus obras. No creo, por otra parte, que el hecho de que un poeta tan esencial y extraordinario como Bécquer haya podido influir en la poesía de Luis Cernuda, en el caso de que se pueda hablar de tal influencia y no de atmósfera común, como yo prefiero, reste ni un ápice de valor a esa poesía. El mismo Cernuda, que tan bien supo amar y comprender a Bécquer, admite las influencias que éste recibió de poetas extranjeros. Heine, por ejemplo. Y afirma, con razón, que «la influencia es la mitad de nuestra vida». La otra mitad queda destinada a ser uno mismo quien influya a su vez. Y esto es tan cierto, respecto al propio Cernuda, que ya es posible hablar de la influencia que ejerce su poesía en poetas mas jóvenes (1). http://www.abdn.ac.uk/spanish/idealist/pages/page216.shtml
Nacido en Moguer (Huelva), se autocalificó como Andaluz Universal, título con el que firmó algunas de sus obras. Estudia en El Puerto de Santa María y comienza a pintar y a escribir poesía desde muy joven. Muestra síntomas de una salud débil, lo cual se agrava con la muerte de su padre. En 1900 fue a Madrid a luchar por el Modernismo. De aquí que sea considerado uno de los iniciadores del Modernismo en España. Poco a poco se convierte en un maestro para los demás poetas, que lo admiran y lo siguen. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí. Al comenzar la Guerra Civil, se exiliaron a diversos países hispanoamericanos y Juan Ramón Jiménez impartió clases en diversas universidades. Se establecen en Puerto Rico en 1951. Allí, recibió el premio Nobel de literatura en 1956, pero ese mismo año murió su esposa, lo cual sumió al poeta en una profunda depresión. Murió en 1958.
Fue un hombre muy sensible, impresionable, elitista, amante de la Belleza y la perfección, que dedicó toda su vida a la poesía.
Es difícil clasificar a este autor dentro de un movimiento literario determinado. Muestra en sus obras características neorrománticas, modernistas, novecentistas y vanguardistas. Esta evolución nos hace pensar en un poeta en constante experimentación, con una poesía en creciente dificultad, dedicada a la minoría, siempre.
Por edad, pertenece a la Generación del 14 o Novecentismo, pero sus primeras obras beben de la fuente de Bécquer (Ninfeas y Almas de violeta, ambas de 1900) y del Modernismo:Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904) y Pastorales (1905). Se trata de una poesía adolescente, cargada de recuerdos, evocaciones, paisajes, jardines y atardeceres.
Evoluciona hacia una poesía más barroca, más modernista por la adjetivación y el uso del alejandrino en Elejías (1907-8) y Poemas májicos y dolientes (1909). Es un modernismo intimista, interior. Esta primera etapa termina con Sonetos espirituales (1914-1915).
El 2 de marzo de 1916, Juan Ramón Jiménez se casó con Zenobia. Los recién casados estuvieron tres meses por EE.UU. y durante este tiempo el poeta escribió Diario de un poeta recién casado, publicado en 1917. Esta obra abre un segundo periodo en la poesía de Juan Ramón. La poesía se va desnudando, es poesía pura, más intelectual y difícil, en la que el autor elimina los adornos innecesarios, el argumento o el sentimiento. Son poemas cortos y densos, dirigidos a una minoría. En esta etapa incluimos obras como Eternidades (1916), Piedra y cielo (1917), Poesía (1923) y Belleza (1923).
La tercera y última etapa sería la poesía que escribió en el destierro desde 1936. Es cada vez más profunda y metafísica, hermética, donde aparece un dios (con minúscula) que representa la conciencia mía de lo hermoso. En esta etapa destaca En el otro costado (1936-42) y Dios deseado y deseante (1948-1949).
Hola Mateo! LXXI Cerraron sus ojos... quedó grabada en mí, la primera poesía que leí.
Los otros días me decían que para escribir poesía solo hace falta ser sensible. Bécquer lo era, extremadamente romántico y sensible. Espíritu de desconocida esencia... sobre todo en estos tiempos.
Te dejo unas breves rimas y frases que encontré por ahí:
XXII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
"En el majestuoso conjunto de la creacion, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espiritu y dé vuelo desusado a mi fantasia como la luz apacible y desmayada de la luna. "
XXI
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía!, ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.