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domingo, 21 de diciembre de 2014

Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación



Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > Las palabras del poeta

...
 Después de las palabras muertas,
de las aún pronunciadas o dichas,
¿Qué esperas? Unas hojas volantes,
más papeles dispersos. ¿Quién sabe? unas palabras
deshechas, como el eco o la luz que muere allá en gran noche..

 Todo es noche profunda.
Morir es olvidar unas palabras dichas
en momentos de dicha o de ira, de éxtasis o abandono,
cuando, despierta el alma, por los ojos se asoma
más como luz que cual sonido experto.
Experto, pues que dispuesto fuese
en virtud de su son sobre página abierta,
apoyado en palabras, o ellas con el sonido calan
al aire y se reposan. No con virtud suprema,
pero si con un orden, infalible, si quieren.
Pues obedientes, ellas, las palabras, se atienen 

a su virtud y dóciles
se posan soberanas, bajo la luz se asoman
por una lengua humana que a expresarlas se aplica.


 Y la mano reduce

su movimiento a hallarlas,
no: a descubrirlas, útil, mientras brillan , revelan,
cuando no, en desengaño, se evaporan.


 Así, quedadas a las veces, duermen, 

residuo al fin de un fuego intacto
que si murió no olvida,
pero débil su memoria dejó, y allí se hallase.


 Todo es noche profunda.

Morir es olvidar palabras, resortes, vidrio, nubes,
para atenerse a un orden
invisible de día, pero cierto en la noche, en gran abismo.
Allí la tierra, estricta,
no permite otro amor que el centro entero.
Ni otro beso que serle.
Ni otro amor que el amor que, ahogado, irradia.


 En las noches profundas 

correspondencia hallasen
las palabras dejadas o dormidas.
En papeles volantes, ¿quién las sabe u olvida?
Alguna vez, acaso, resonarán, ¿quién sabe?,
en unos pocos corazones fraternos.



Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > Como la mar, los besos.
...
 No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.

Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar

aquí aún te hablo.


 Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, feliz, se aleja.
Como ella fue y volvió tu nunca vuelves.

 Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no puede hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

 Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.




Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > Límites y espejo II.
...
 Sólo un cuerpo desnudo enseña bordes.
Quien se limita existe. Tú en la tierra.
Cuán diferente tierra se descoge
y se agrupa y reluce y, suma, enciéndese,
carne o resina, o cuerpo, alto, latiendo,
llameando. Oh, si vivir es consumirse, ¡muere!.



Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > Llueve

...
 En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen sólo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria,
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.



Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > El poeta se acuerda de su vida.

...
"Vivir, dormir, morir : soñar acaso"
(Hamlet)
...
 Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora,
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, y da en tu rostro acaso.
Con un pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.

Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > El límite.

...

 Basta. No es insistir mirar el brillo largo
de tus ojos. Allí, hasta el fin del mundo.
Miré y obtuve. Contemplé y pasaba.
La dignidad del hombre está en su muerte.
Pero los brillos temporales ponen
color, verdad. La luz pensada, engaña.
Basta. En el caudal de luz -tus ojos- puse
mi fe. Por ellos vi, viviera.
Hoy que piso mi fin, beso estos bordes.
Tú, mi limitación, mi sueño. ¡Seas!.

Vicente Aleixandre > Poemas de la consumación > Permanencia.

...

 Demasiado triste para decirlo.
Los árboles engañan. Mientras en brillo sólo van las aguas.
Sólo la tierra es dura.

 Pero la carne es sueño
si se la mira, pesadilla si se la siente.
Visión si se la huye.
Piedra si se la sueña.

 Calla junto a la roca, y duerme.

...


Todos los poemas han sido tomados de la cuarta edición -1977- del libro Poemas de la consumación, editado por Plaza y Janés en su colección Selecciones de Poesía Española.





sábado, 6 de diciembre de 2014

La pintura de María Izquierdo > Antonin Artaud

La pintura de María Izquierdo (1)

Yo he venido a México buscando el arte indígena, no una imitación del arte europeo. Pues bien, las imitaciones del arte europeo, en todas sus formas, abundan, pero al arte propiamente mexicano no se le encuentra.
Únicamente de la pintura de María Izquierdo se desprende una inspiración verdaderamente india. Es decir, que en medio de las manifestaciones híbridas de la pintura actual de México, la pintura sincera, espontánea, primitiva, inquietante de María Izquierdo ha sido para mí una verdadera revelación.
No obstante, urge una aclaración: aquí y allá, en ciertas obras, puede encontrarse una influencia del arte moderno europeo. Éste es el peligro: se diría que, a medida que se desenvuelve la actividad pictórica de María Izquierdo, está cada vez más influenciada por las técnicas modernas de Europa y, en ciertas telas, hasta por el espíritu. Y esto es aún más lamentable.
El espíritu indio se pierde, y temo haber venido a México a contemplar el fin de un viejo mundo, cuando yo creía asistir a su resurrección.
Mi emoción ha sido muy grande al encontrar, en los gouaches de María Izquierdo, personajes indígenas desnudos temblar entre ruinas. Ejecutan allí una especie de danza de los espectros: los espectros de la vida que desapareció.
Y no es solamente la técnica europea lo que se encuentra frecuentemente en el arte de María Izquierdo, sino también la civilización maquinista de Europa;
 pero hace el más extraño uso de las máquinas y de los aviones europeos.Conocemos el modo jeroglífico de los indios, que consiste en poner delante de la boca de un orador o de un cantor, el signo imaginario de la voz, de la palabra. Semeja un caracol invertido, una madeja circular de líneas. En un óleo de María Izquierdo, una india desnuda canta delante de una ventana abierta; y las humaredas de una fábrica próxima se elevan en espirales por el aire, como si le dieran vueltas por delante de la boca. Estas volutas son, en esta pintura de María Izquierdo, la respiración misma, el soplo animado de la cantante. Pero la tela entraña una doble idea: María Izquierdo se vale de las humaredas de Europa como si quisiera anularlas. No vislumbra todas estas cosas, pero el espíritu de la raza india habla tan fuerte en ella, que aún inconscientemente repite su voz.
De mí sé decir que me gustan infinitamente más aquellas telas en que no figura vestigio del espíritu europeo.
Se pueden establecer, en la pintura de María Izquierdo, innumerables subdivisiones correspondientes a cada una de las influencias que la pintora ha recibido en el trayecto de su ya muy vasta labor.
Hay telas híbridas: la que acabo de citar, en la que el espíritu de la raza se defiende.
Telas en las que se advierte de modo directo, la técnica del arte europeo moderno, y en las que los resabios de Derain , de Picasso, de Kisling, de Coubine, de Kreomeegne, hablan subterráneamente.
Tengo ante mis ojos un hermoso desnudo sentado en una silla. Hay en ella reminiscencias de las deformaciones arbitrarias de la pintura de París, sobre todo en un lado de la espalda y en el brazo derecho. Pero allí donde justamente las deformaciones parisienses son arbitrarias y en nada corresponden a la realidad, María Izquierdo vuelve a encontrar la necesidad de  la deformación. Un poco del espíritu torturado, inquieto, y yo osaría hasta decir: metafísicamente inquieto de la raza tarasca, ha pasado por encima de esta deformación. No desearía emplear términos grandilocuentes, pero este brazo y esta espalda que fingen moverse, en los que parecen vibrar sus pedazos por constituir un brazo y una espalda de un hombre verdadero, nos llevan de la mano a un problema geométrico esencial. Pensamos irremisiblemente en la arquitectura del hombre. Y éste es, justamente, el fin de la pintura, del arte considerado dentro de su pureza: llevarnos cada vez a un problema vital y conducirnos forzosamente, es decir, dinámicamente a este problema.
Esto, o sea, la mano es lo que hay de muy bonito, precioso, en esta tela. Una mano sin deformaciones, de estructura particular, tal que parece hablar como una lengua de fuego. Verde, como la parte oscura de una llama, y que lleva en sí todas las agitaciones de la vida. Una mano para acariciar y para hacer hermosos gestos, y que vive como una cosa clara dentro de la sombra roja de la tela. Porque toda esta tela tiene el tinte de las piedras coloniales de México, un oscuro color de fuego. Toda la pintura de María Izquierdo se desarrolla en este color de lava fría, en este color de volcán. Y esto es lo que da su carácter inquietante, único entre todas las pinturas de México, lleva el destello de un mundo en formación, de un mundo que se funde. Sus ruinas no evocan un mundo en ruinas; evocan un mundo que se rehace.
María Izquierdo no esquiva el reproche del esteticismo; tiene, aquí y allá, bastantes vírgenes desnudas que se lamentan delante de un crucifijo. Y éste es el lado amalgamado de la cultura actual de México; una especie de catolicismo pagano que detrás de la cruz latina de Cristo, se esfuerza por volver a encontrar la cruz de brazos iguales de los viejos palacios Uxmal de Mitla, de Palenque o de Copán.
María Izquierdo, siempre que ella quiera percatarse de sus propias fuerzas, está creada para hacer renacer delante de una caravana de indios desnudos, con la cara roja, la cruz nztural, la cruz científica de la antigua cultura solar, que lleva a sus dioses como estandartes.

P. S.- El espíritu indio tiene sus leyes sintéticas. Su fuerza alegórica es tan poderosa, que, allí por donde habla, deja, inconscientemente, detrás de ella, todo un sistema del mundo y de la vida.
Incuestionablemente, María Izquierdo está en comunicación con las verdaderas fuerzas del alma india. Lleva su drama dentro de sí misma,  drama que consiste en desconocer sus fuentes. Debe, para guardar su personalidad, hacer un gran esfuerzo en favor de la pureza y este esfuerzo tendrá inmediatamente su recompensa. Porque un caballo de María Izquierdo evoca inmediátamente todos los caballos que impresionaron el espíritu de los viejos mexicanos en el momento de la Conquista.
Hay totetismo en la pintura de María Izquierdo. Sus caballos salvajes se pueden confundir con los espíritus malos de la tierra. Y este totetismo produce una especie de animismo milenario: lo encuentra en otra tela suya que conozco y que rememoro en este mismo instante: algunos animales galopando y circulando de una parte a la otra de la tela, y en medio, una luna brilla como una claraboya en una pared. Ahora bien, después de diez mil años, la religión de la claraboya en la pared es practicada por una secta de treinta mil personas en las fronteras de la Siberia Orienta, entre Rusia y Mongolia. Sin saberlo, María Izquierdo ha vuelto a encontrar en esta tela el alma misma de un viejísimo concepto humano.  

 (1) La inspiración, que es potente atavismo de la raza, abunda en el arte de María Izquierdo. Las formas y los colores nacen en su pincel con una especie de vivacidad interior que marca su predestinación. Los personajes entran en la forma, en la cual han vivido antes; los colores se unen a la vibración del espectro solar de manera que se responden en una armonía más que extraña: un rojo y un azul realizan este milagro de lanzarse mutuamente su misterio, el misterio nato del color.
 ...
Antonin Artaud dedicó más escritos a la pintura de María Izquierdo y estuvo fascinado por las culturas precolombinas de México y muy particularmente por la cultura  los ritos de los indios Tarahumara a los que dedicó un libro y algún poema.
 El texto que transcribo está tomado de el libro Mensajes Revolucionarios publicado por la desaparecida Editorial Fundamentos (la edición y traducción es de Cristina Vizcaíno).





domingo, 23 de noviembre de 2014

Elvira Daudet > Antología Poética II

Fotografía tomada de la solapa de su libro "Cuadernos del delirio",
 publicado por Ediciones Evohé

Mi poesía tiene como principio y fin a la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. (Elvira Daudet)
...
Hacer una Antología de una Antología no sería posible. Hablar de la poesía de Elvira Daudet tampoco es necesario. Ella explica muy bien y en pocas palabras lo que es su materia y su sentido.
Voy a arrancar pétalos, pétalos de esas flores sencillas, de esas rosas silvestres que nacen a su tiempo, sin cuidado ni mimo, con la urgencia del clima.
Ya sé que prefiere el pan a la rosa por lo que quizá sea mejor decir que voy a arrancar algunos granos de las espigas que son sus poemas y a ofrecerlos así, aislados.
También habrá un poema, una espiga completa. Podría ser otra pero elijo ésa. 
 (...)
Es para mí un regalo del destino presentar  ante vosotros a Elvira Daudet, ejemplo indiscutible de dignidad humana y de dignidad poética. Figura histórica de la poesía española del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Poeta clásica contemporánea viva.
Su ANTOLOGÍA POÉTICA (1959-2012), es ya, como soporte, una joyita, un objeto de belleza. Y es además, por su contenido, un tesoro. Mi enhorabuena a Lastura por enriquecer su fondo editorial con este título de excelencia cuya adquisición y lectura recomiendo ya.
La publicación tiene un valor añadido importantísimo: facilitar a las nuevas generaciones el conocimiento de una poesía fértil e indispensable.
La trayectoria de Elvira Daudet pone la guinda a  la   Generación  del  50  junto  a  poetas como  Ángel  González,  Gamoneda, Julia Uceda, Pilar Paz Pasamar  o  Mª Victoria Atencia. E influye en la atmósfera de cotidianidad de poetas actuales (hombres y mujeres: que el sexo de la poesía es el lenguaje); pienso en el asturiano Alberto Vega (fallecido en 2006), en Álvaro García, Begoña Abad, Concha García, Belén Reyes o Elena Román.
(...)
Ángel Guinda en la presentación de la Antología poética de Elvira Daudet.
...
Presentación de la Antología poética de Elvira Daudet en Madrid
Fotografía de Nunci Vaamonde Vivian
(...)
No permitas, amor, que los fantasmas
llenen la casa y las alfombras. Temo
irme quedando fría con sus besos,
temblorosa y confusa hasta olvidar tu nombre.
¡Ay, amor!, olvidaba que te fuiste hace tiempo,
y que estoy sola y vieja, con la muerte
enroscada a mis pies como un perro.
(...)
(Envejecer a solas > Terrenal y marina, 1999)
...
El tiempo se ha dormido entre las rocas,
y los dioses antiguos regresan del Olimpo
a coronar mi juventud perdida,
mientras yo me desplomo de ceniza
como un cigarro ardido en la mesilla.
(...)
(La fiesta ha terminado > Terrenal y marina, 1999)...
(...)
No puedo imaginarte joven y enamorada
corriendo hacia los brazos de un muchacho.
Yo no te vi crecer al aire libre,
como crecen alegres otros niños,
sino bajo la tierra, donde esperas,
paciente como el lirio que malogró la helada,
a que llegue tu madre desatenta.
Perdóname, amor mío, la tardanza.
(Espuma de un sueño > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
Penélopes dolientes, ocupadas
en destejer la trama misteriosa
que destruyó al muchacho enamorado.
Los hombres las desprecian, las golpean;
como animales mansos, ellas gimen bajito
y se dejan llevar al matadero.
(...)
(Mujeres > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
La jauría del odio ha entrado a saco
en el templo sagrado de la vida
profanando los sueños infantiles,
la oración del anciano en la penumbra,
la espuma del amor entre los labios,
el último cortejo de una boda;
el Jardín del Edén y sus delicias.
(...)
(Bagdag > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
Qué raro privilegio, siendo los dos tan pobres,
poseer la belleza de aquel reino nocturno.
Lloraban las farolas su muerte cotidiana
y se desmelenaban los bucles amarillos,
antes de suicidarse en las aguas del Sena
cuando la luz enferma saliera para todos.
De improviso, delante de la gente
que andaba presurosa hacia el trabajo,
la lluvia sin pudor me desnudaba
y lamía mis pechos de novicia.
(...)
(La patria del tiempo > Hazversidades poéticas 2011)
...
(...)
Yo no escuché tus pasos alejarse
ni la puerta al cerrarse,
como exigen los buenos finales de una historia.
Pero al entrar en casa un silencio terrible
de alas negras inmóviles, un ensordecedor
silencio nunca oído,
me golpeó el cerebro brutalmente.
(...)
(Despedida > Hazversidades poéticas, 2011)
...
Yo no estuve en tu último naufragio.
Aunque morí contigo muchas veces,
en otras pavorosas tempestades,
en la definitiva yo no estuve a tu lado.
Ulises desvelado por un canto dulcísimo,
no quisiste amarrarme al mástil de tu barco
para viajar ligero a la aventura
-Ítaca olía a asilo, a orín de gata en celo-.
(...)
(Muerte de Ulises > Hazversidades poéticas, 2011)
...
Yo sé que no estás muerto, aunque lo graznen fúnebres
los cuervos de la isla,
porque sigues reinando en mi cerebro,
como cobra en su nido o ídolo perverso
que rellena de acíbar mi cáliz cada noche.
(...)
( Perito en destrucciones > Hazversidades poéticas, 2011)
...
Del último libro que recoge esta Antología no vamos a desgranar nada: presentamos una espiga completa e invitamos a conocer las demás este libro publicado por la editorial Lastura que merece la pena tener, leer y releer.
...
Sin el cuerpo

Cuando vuelves a casa de mañana
sin el cuerpo
que dejaste olvidado en cualquier lecho,
descubro en tu mirada
los códigos secretos de otras pieles.
Traes la agenda completa
de distintas salivas en los labios,
tu lengua es un termómetro de magmas
de las rosadas grutas descubiertas,
que con su quemadura hicieron que olvidaras
el sabor de la pulpa de mis labios.

Mientras yo, cual bulto en la noche abandonado,
agonizo en el lino de una blanca camisa
sagrada por tu aroma,
tú vuelves a deshora, con frío, fatigado
de vaciarte en vasos como un vino
espumoso y fugaz, ciego de hastío.

Siempre vuelves, 
más el amor no regresa contigo.
Únicamente eres la cadena
que me tiene cautiva junto a los otros cuerpos

(Sin el cuerpo > Cuadernos del delirio, 2012)
...

Los textos han sido recogidos de la Antología publicada por la editorial Lastura


sábado, 15 de noviembre de 2014

Elvira Daudet > Antología Poética I


Mi poesía tiene como principio y fin a la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. (Elvira Daudet)
...
Hacer una Antología de una Antología no sería posible. Hablar de la poesía de Elvira Daudet tampoco es necesario. Ella explica muy bien y en pocas palabras lo que es su materia y su sentido.
Voy a arrancar pétalos, pétalos de esas flores sencillas, de esas rosas silvestres que nacen a su tiempo, sin cuidado ni mimo, con la urgencia del clima.
Ya sé que prefiere el pan a la rosa por lo que quizá sea mejor decir que voy a arrancar algunos granos de las espigas que son sus poemas y a ofrecerlos así, aislados.
También habrá un poema, una espiga completa. Podría ser otra pero elijo ésa -será en la segunda parte de esta entrada doble-.
...

(...)
No venías en un carro de fuego,
ni anunciaban clarines tu llegada
ni tu sonrisa era
la sonrisa del dueño.
Flotaba al viento,
la capa de cristal de tu tristeza.
(...)
(Sabía que vendrías > El primer mensaje, 1959)
...
(...)
Todas las madrugadas
recibo la visita de un extraño
-siempre el mismo-
Al que caliento la cama hace ocho años.
Sólo por eso me mantiene.
(Autorretrato > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
Gris, perpendicular,
soberbio campanario vacío de palomas.
Esgrimidor fantástico del vicio y la virtud.
Destructor, angélico y banal.
Abstracto, enemigo y amado.
El siempre extraño y presentido.
Amigo despiadado.
Hierro oxidado de ternura.
(...)
(El hombre (I) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
La tarde olía a sangre y almidón
y yo iba en el metro, por primera vez sola,
desgajada de ti.
Aquel día me vestí una tristeza nueva.
Y recuerdo los árboles, llorando sobre mí
El confeti amarillo de sus ojos
(...)
(Amor es la palabra (II) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...

(...)
Pero ¿porqué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha ceniza del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia
(...)
(La trampa > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
Hechizado, con el torpor del sueño,
la mira sin recato, cruzándole la cara
al galope frenético del miedo
que de súbito irradian sus pupilas.
Él, absorto, la mira y no la reconoce.
Y anonadado aparta la mirada.
(...)
(Como Orfeo, la cabeza volvió > El don desapacible, 1994)
...
Madre, detén tu pavorosa huida.
Esa reseca sombra que te sigue
pegada al mástil desvencijado de tus huesos,
esa mujer vencida, tatuada de borrones
y agujeros, a quien hostil espías 
en las sombras de la afilada noche,
soy yo, madre, la niña de las trenzas
a la que tú vestías de comunión
aquella azul mañana de seda prodigiosa.
(...)
(La sombra > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Somos el ala rota de una estrella
que la ley gravedad hunde en el lodo.
Inútiles vasijas vacías en la playa
que la marea arrastra desdeñosa,
hasta que un día un náufrago o un loco
nos deja su mensaje de amor en las entrañas,
un grito de socorro y esperanza.
(...)
(¿Quién dijo que el infierno no existía? (II) > El don desapacible, 1994)
(...)
Nada tuyo tuviste 
que no se alimentara de ti mismo,
como la casa alzada con tus manos,
que te robaron amueblada de amor
y tiras de tu piel para nosotros, 
mi rojo y pobre padre saqueado.
Era una hermosa casa con retrete
y un gran ojo de luz que la inundaba,
que no estrenamos nunca.
(...)
(El regreso del padre > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Son las madres , las hijas, las mujeres del pueblo
con perfiles de diosas de moneda, bruñidas
por un sol de cegadoras mieles y belleza
que alimentó el incendio del Julio más horrendo.
¡Qué tres años de espantos infernales
bajo el azul purísimo del cielo!
(...)
(La España sin historia > El don desapacible, 1994)
...
(...)
De niña, la vida que me dieron era enorme
para tan corto cuerpo; me quedaba muy grande.
Con la guerra perdida vine al mundo,
aún antes de nacer ya había perdido
y sólo por nacer ya fui culpable.
Sin ángel de la guarda, extraviado
en la enorme confusión o quizá en el exilio
apenas vi la luz me hicieron presa
de un campo de miel y de naranjas.
(...)
(El traje de otro > El don desapacible, 1994)
...