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sábado, 11 de octubre de 2014

Rimbaud por sí mismo > Yves Bonnefoy

La poesía de Arthur Rimbaud es siempre sugerente y conmovedora pero también es oscura. Este libro de Yves Bonnefoy -supongo que difícil de encontrar- ilumina muchas de estas zonas oscuras de la poesía más intensa que -en mi opinión- se ha escrito.

(...)  Pero tengamos presente que hay dos maneras de pensar, dos modos elementales del devenir del espíritu.
El primero, es concebir la libertad sólo como una elección entre dos diversos posibles que nos propone nuestra condición fáctica. Como no se puede amar la idea de una elección al azar, este pensamiento llega a valorizar un conocimiento objetivo y, por consiguiente, un racionalismo. La libertad, enseña Hegel, es el conocimiento de la necesidad. Muy pronto el anatema será lanzado contra quien se niega a comprender las exigencias o los derechos de esta necesidad; o contra quien se niega a elegir. Desde este punto de vista, Rimbaud no fue nada. No supo elegir entre las posibilidades que prácticamente se le ofrecían. Ni burgués satisfecho, ni reformador consecuente, no "conoció" la necesidad, y hasta no la reconoció. Sí, desde este punto de vista razonable, su poesía es una errancia que no debemos justificar. Hasta los revolucionarios, quienes ponen en tela de juicio un momento de la condición social del hombre, deben dejarlo en su sinrazón. Si aceptan su crítica de la antigua moralidad, es sólo tácticamente, y sin comprenderlo en verdad. Si viviera todavía, le pedirían estar satisfecho de la nueva ley, quedando libres de condenarlo si no se resigna a obedecerla.
Pero he aquí otro modo de ser que reclama el nombre de libertad: cuando el pensamiento ya no se limita, para distinguir lo mejor, a las posibilidades que se nos ofrecen. El pensamiento ha puesto en lo absoluto su deseo y se reserva el derecho* a aceptar o rechazar las sugestiones de lo real, según colme o no el inalienable deseo. Y si éste parece decididamente "imposible", el pensamiento lo mantendrá, porque prefiere su exigencia y no las satisfacciones relativas. Obligado a sufrir su condición, no podrá consentir en la apología de lo dado. Y a veces hasta tendrá el heroísmo  (como yo decía en las primeras páginas de este libro) de impugnarlo. Y, en este caso, el pensamiento asume todas las frustraciones, todas las miserias, y hasta las agrava, por un testimonio absoluto. Este testimonio, a sus ojos, está lejos de ser absurdo. Es el honor de lo humano. Y tal vez cree que forzará una salida. Porque este pensamiento que evoco y que no es ni la desesperación ni el estoicismo , concibe que lo dado puede metamorfosearse por milagro así como mejorarse por razón. En su gran rechazo que despierta al ser, quiere transmutar esa relación de la conciencia con la naturaleza, relación en cuya perennidad el pensamiento objetivo siempre trata de encerrarnos. La verdadera muerte, por ejemplo, ¿no se halla acaso en el "saber absoluto"? ¿Y no hay, por lo contrario, una libertad nueva, una eternidad practicable, para una mirada despierta por el rechazo a considerar como aprovechables y  "naturales "  la limitación y la muerte?
Al definir este segundo pensamiento, he resumido, creo, la búsqueda de Arthur Rimbaud. Ahora bien, bajo este enfoque, ¿quién puede considerarlo como un vencido? (...)
(Yves Bonnefoy > Rimbud por sí mismo, Monte Ávila Editores, traducción: Alberto Silva Estrada) 
* Me he permitido la libertad de hacer un pequeño cambio.
 (...) Digo que es preciso ser vidente, ¡hacerse vidente! (...) (Arthur Rimbaud)
(...) ¡Yo! ¡Yo que me he llamado mago o ángel, dispensado de toda moral, he sido devuelto al suelo con una tarea que buscar y la realidad rugosa para estrecharla! ¡Campesino! (...)
(Arthur Rimbaud)

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